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La
hazaña del siglo en los Hielos Continentales
Rodrigo Fica Perez
- Experto Aventurarse
Los
Hielos Continentales (o Campo de Hielo Sur) son una gigantesca
sábana uniforme de nieve y hielo localizada en el extremo
sur del continente americano. Son 400 kilómetros de largo
por 80 de ancho, con una altitud promedio de 1.500 metros.
En su interior se localizan grandes cordilleras innombradas
e inescaladas que aún son un terreno fértil para los montañistas
del próximo milenio.
La
arena del futuro
Tal
abandono se explica fácilmente: posee un clima espantoso
y feroz, donde lo habitual es tener tormentas de nieve,
lluvia y viento. El viento es particularmente devastador,
dado que llega libre de obstáculos desde el Pacífico y,
al chocar contra el relieve andino, descarga toda su energía
sobre los Hielos Continentales. Los días despejados son
escasos e impredecibles.
Curiosamente,
no es extremadamente frío como los polos. La temperatura
promedio es de 0ºC, aunque la sensación térmica puede
llegar a -20º C si hay fuerte viento.
Los
accesos son complicados. En su vertiente occidental, los
glaciares caen abruptamente al mar y generan una gran
cantidad de témpanos que dificultan la navegación. Además,
la existencia de acantilados y tupidos bosques no permiten
una adecuada penetración por tierra. La aproximación por
aire, si bien es posible, está fuertemente limitada por
la escasa cantidad de días con buen clima.
Los
Hielos Continentales están prácticamente partidos en dos,
debido a la existencia de una profunda depresión que corta
perpendicularmente y a baja altura, la meseta de hielo.
Se denomina Falla de Reichert, aunque en estricto rigor
no es una discontinuidad geológica, sino una especie de
corredor de 8 kilómetros de largo por 4 de ancho que se
extiende desde el Pacífico hasta la Argentina. Su profundidad
es de 900 metros y está flanqueado por altos cordones
montañosos.
Una
melodía inconclusa
Sólo
a principios de este siglo se inició una investigación
seria, acerca de la geografía contenida en los misteriosos
"Hielos". Particularmente importantes fueron las investigaciones
realizadas por el padre salesiano Alberto De Agostini,
quien dirigió varias expediciones a los distintos valles
y glaciares de la zona, generando información precisa
acerca del clima y la topografía.
Con
el correr de los años, los desafíos exploratorios fueron
dejando paso a metas deportivas, entre ellas, las travesías.
Al principio, fueron los cruces transversales; más tarde,
los intentos de cruce longitudinal. Sin embargo, esto
último resultó ser más difícil de lo que se suponía y,
una y otra vez, varias cordadas internacionales fracasaron
en el intento, dándole a la travesía la fama de misteriosa
y complicada.
Particularmente
importantes fueron los intentos realizados en la última
década. En 1992, el grupo español del programa "Al Filo
de lo Imposible" logró encadenar gran parte de la travesía,
pero debieron utilizar un helicóptero para atravesar la
falla, además de abandonar los Hielos Continentales en
el sector norte del Glaciar Tyndall, cuando aún quedaban
por recorrer varias decenas de kilómetros por el Altiplano
de los Franceses y el Glaciar Balmaceda.
En
1995, la expedición "Sea, Ice & Mountains" del germano
Arved Fuchs recorrió los Hielos Continentales hasta la
falla y descendió por su borde norte, dirigiéndose posteriormente
hacia el Fiordo Peel, en el Pacífico, donde problemas
logísticos le impidieron proseguir hacia el sur. La clave
para descender por las peligrosas laderas de la Falla
fue encontrada por un miembro del Club Alemán Andino -DAV-
de Chile, Pablo Besser, quien realizó una labor de exploración
en el sector mientras Fuchs recorría la parte norte. Con
un poco de talento y fortuna, logró mapear correctamente
la ruta que permitiría después, sortear tan formidable
obstáculo.
Con
este conocimiento de respaldo, Pablo Besser organizó en
1996 una nueva expedición junto a otros dos chilenos,
Jorge Crossley y quien les escribe, Rodrigo Fica. Nosotros
repetimos el mismo itinerario del grupo alemán incluyendo
la bajada de la falla y la llegada al Pacífico, donde
debido al debilitamiento de Jorge, nos retiramos prematuramente.
De
vuelta en Santiago, Pablo y yo nos decidimos a realizar
otra visita los Hielos Continentales. Esta vez, no sería
de cortesía. Tardamos dos años en organizarla.
Lo
más importante
Estaba
claro que la piedra angular de nuestro nuevo proyecto
serían sus integrantes. Logramos armar un grupo homogéneo
de cuatro personas, después de considerar aspectos polivalentes
tales como experiencia, madurez, conocimiento técnico,
adaptabilidad y compromiso.
Ellos
eran:
-
Pablo
Besser, 28 años, médico y Jefe de la Expedición.
Miembro activo del DAV, escaló la Aguja de la S, la
Aguja Guilloumet, la ruta "Franco-Argentina" al Fitz-Roy
y la Torre Norte del Paine. En 1995, fue miembro invitado
de la expedición "Sea, Ice & Mountains", donde realizó
ocho primeras ascensiones absolutas en la zona de la
Falla de Reichert y encontró la clave para bajar su
borde norte. En 1996, organizó el ya comentado primer
intento chileno al cruce longitudinal. En 1997, viajó
a Groenlandia invitado por Arved Fuchs para realizar
una travesía a Spitzbergen, viaje que le permitió planificar
y mejorar varios detalles de la expedición "Transpatagónica".
-
Mauricio
Rojas, 32 años, abogado, miembro y secretario del
Club Alemán Andino de Chile. Ha practicado el montañismo
por más de 13 años, realizando escaladas por Antártida,
Europa y Patagonia: Aleta del Tiburón, Trono Blanco,
Cervino, Pared Norte del Alto Los Leones, Pared Sur
del Arenas, Pared Sur de San Gabriel, etc.
-
José
Montt, 26 años, ingeniero civil. Pertenece a la
Rama de Montañismo de la Universidad Católica. Poseía
múltiples ascensiones en la zona central, incluyendo
al Aconcagua. En 1996 fue jefe de una expedición a la
Cordillera de Darwin en el extremo sur del continente
americano. En 1997 escaló la Punta Bariloche y la Punta
Central del Paine Grande.
-
Rodrigo
Fica, 32 años, ingeniero civil, guía de alta
montaña e instructor de montañismo. Contaba con varias
ascensiones clásicas en Chile, Argentina y Perú, tales
como la Punta Zanzi, el Ojos del Salado, Invernal a
la Cara Sur del San Francisco, la Aguja Guilloumet,
el Nevado Artesonraju, la Cara Sur del San Francisco,
etc. Fue otro de los miembros originales del primer
intento.
El
plan
Partiríamos
desde el extremo norte de los Hielos Continentales con
la logística necesaria para recorrer 260 kilómetros y
alcanzar el borde norte de la Falla de Reichert. En este
punto, abandonaríamos el equipo superfluo y, sólo con
una mochila por persona, bajaríamos hasta el fondo de
la depresión o "Corredor Chileno". De ahí, entraríamos
en contacto con un depósito localizado a nivel del mar
que instalaríamos justo antes del inicio de la expedición.
En él, encontraríamos comida y combustible para 50 días,
así como 300 metros de cuerda fija y trineos nuevos. Ya
reabastecidos, tendríamos que remontar el Corredor Chileno,
ascender el borde sur de la falla, descender su desconocida
Pared Sur y caminar 160 kilómetros más hasta el Glaciar
Balmaceda, punto final de nuestra travesía.
De
vientos y ráfagas
Al partir, hubo tiempo de agradecer a quienes estuvieron
con nosotros: el DAV, la Rama de Montañismo de la Universidad
Católica, la Armada de Chile, la Compañía de Seguros Generales
Cruz del Sur, Televisión Nacional, Alimentos Milo, Equipo
de Aventura Lippi, Comunicaciones Gallyas y Antonio Horvath.
Gracias
amigos, gracias hermanos.
Fuimos
desembarcados en la cabecera norte de los Hielos Continentales
el 24 de octubre de 1998, diez días después de salir de
nuestros hogares.
Mis
sensaciones eran contradictorias. A la habitual magnificencia
del entorno, hubo que añadir la rabia y angustia que sentía
al considerar los tres años de sacrificios y privaciones
que el proyecto había requerido. Además, estaba claro
que no había espacio para más intentos. Era ahora o nunca.
Los
zodiacs de la Armada de Chile se retiraron y el silencio
cayó pesado sobre el valle.
Nuestra
primera tarea fue portear todo el material hasta el Hielo.
Era media tonelada de equipo, aproximadamente, consistente
en comida y combustible para 45 días, 4 trineos, dos pares
de esquíes por persona, una radio HF, dos VHF, tres carpas,
tres anafres, dos GPS, dos palas, dos sierras, dos cuerdas
y algunas cosas más.
Ocho
días después, logramos dormir por primera vez en el Hielo.
Desde ahí, pudimos ver la agrietada cuenca del Glaciar
Jorge Montt que debíamos recorrer para acceder a al plateau
superior. Eran veinte kilómetros de trabajo lento y delicado
con muchas maniobras y poca paciencia.
Así
comenzaba una aventura que había sido planificada durante
muchísimo tiempo. Estaba todo planificado sólo restaba
saber si lograríamos lo que durante tanto habíamos soñado,
lo que sería un hito histórico en los misteriosos Hielos
Continentales.
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Carreras
de Aventura por país
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